La tercera ola de COVID-19 deja menos de la mitad de muertes que la primera

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La Paz, 29 de junio de 2021.- (Vic de Com) .-Las estadísticas demuestran que las gestiones del Gobierno Nacional en contención y vacunación masiva aplacaron en buena medida los efectos de la tercera ola de la pandemia de COVID-19. Bolivia se mantiene entre los países sudamericanos con los niveles más bajos de letalidad general (proporción porcentual) y de muertos por millón de habitantes, en un contexto en que la región es la más afectada del mundo.

En lo que va de la tercera ola, mucho más intensa que las primeras, por la aparición de nuevas cepas y variedades del virus, la letalidad se mantiene en un 2,6 % y en las dos últimas semanas hubo 117,71 muertos por millón de habitantes, contra los más de 200 decesos por millón en Paraguay, Colombia y Argentina. En este periodo Bolivia registró hasta el momento 4.216 decesos, con lo que la cifra total en 15 meses de pandemia llega a 16.631 muertes hasta el lunes 28 de junio.

En contraste, durante la primera ola suscitada entre inicios y mediados de 2020, cuando el país estaba bajo el régimen de facto de Jeanine Áñez, la mortalidad llegó a un pico de 6,2 %, uno de los más altos de América Latina. Los muertos durante este periodo fueron 9.004, más de la mitad del total registrado hasta el momento.

La segunda ola se dio a fines de 2020 e inicios de 2021, en los últimos días del régimen de facto y las primeras semanas del Gobierno democrático. Las medidas urgentes implementadas por el presidente Luis Arce y su gabinete lograron que la mortalidad se reduzca en la parte final de esta segunda ola, cuyo promedio de letalidad fue de 2,6 %. En aquellos meses, 3.411 bolivianos y bolivianas murieron víctimas del virus.

Pilares de la gestión exitosa

El principal factor que atenuó los índices de contagio y mortalidad entre el final de la segunda y durante la tercera ola, es la vacunación masiva: más del 25 % de la población vacunable tiene ya al menos una dosis y casi 10 % las dos.

 

También incidió mucho la dotación masiva de medicamentos y la aplicación de pruebas masivas de antígeno nasal: al detectarse el mal tempranamente, se trata a tiempo y se evitan complicaciones y decesos. Las pruebas de diagnóstico para detectar el coronavirus subieron de un promedio de 3.000 por día durante el gobierno de facto a más de 12.000 diarias en la actualidad.

 

Los resultados auspiciosos, dentro de lo posible en el marco de una pandemia mundial, se deben, entonces, a la planificación asentada en dos pilares:

 

i) El Plan Nacional de Contingencia: se encaró un enorme operativo de gestión y adquisición de medicamentos, oxígeno, equipos e insumos que llegaron y siguen llegando en vuelos expresos, por vías de importación convencionales y, en una menor proporción, por donación. Estas medicinas son distribuidas en todo el país, con prioridad en las regiones más afectadas, donde además se desplegó brigadas médicas. A ello se suma el mencionado incremento de pruebas de detección precoz.

 

ii) El Plan Nacional de Vacunación: apenas asumió, el Gobierno empezó a gestionar vacunas en diversos países. En cinco meses, y pese al contexto mundial de escasez y acaparamiento, Bolivia recibió 4.016.050 unidades de vacunas de cuatro laboratorios: Sputnik V (Rusia), Sinopharm (China), AstraZeneca (Reino Unido) y Pfizer (EEUU).

 

Una vez asegurado el abastecimiento, el Gobierno tuvo que intervenir en la inmunización a nivel nacional que no fue correctamente planificada por los niveles subnacionales. De esta manera, desde mediados de mayo se vacuna a un promedio de más de 50 mil bolivianos y bolivianas por día, es decir, casi el 0,5 % de la población nacional se inmuniza diariamente.